CULTO DE LOS ASTROS O SABEISMO III by Conde de Volney
Y vosotros, que murmuráis, ¡OH sacerdotes!, vosotros mismos lleváis sobre vuestras personas estos signos: esa tonsura el disco del sol; esa estola es su zodíaco; esos rosarios el emblema de los astros y de los planetas. En cuanto a vosotros, pontífices y prelados, vuestra mitra, vuestro báculo, vuestra capa o manto son los de Osiris y esa cruz, cuyo misterio ponderáis sin entenderlo, es la cruz de Serapis; trazada por la mano de los sacerdotes egipcios, sobre el plan de un mundo figurado, la cual pasando por los equinoccios y por los trópicos, era el emblema de la vida futura y de la resurrección, porque tocaba a las puertas de marfil y de cuerno, por donde entraban las almas en los cielos".
Al decir estas palabras, empezaron a mirarse con asombro los doctores de todos los grupos; pero no rompiendo ninguno de ellos el silencio, continuó el orador de esta manera:
"Tres causas principales contribuyeron a esta confusión de ideas. Primeramente, las expresiones figuradas con que se vio precisada una lengua naciente a indicar las relaciones de los objetos; expresiones que, pasando después de un sentido exclusivo a otro general, de un sentido físico a otro moral, causaron multitud de errores.
Así fue como habiendo dicho primero que el sol pasaba por encima de doce animales, se creyó después que los combatía, los reducía a la obediencia y los mataba; de aquí tuvo origen la vida histórica de Hércules.
Habiendo dicho que arreglaba el tiempo de los trabajos, de las siembras y de las cosechas; y que distribuía las estaciones y las ocupaciones; que recorría los climas; que dominaba sobre la tierra, etc., se le tomó por un rey legislador, por un guerrero y conquistador y se compusieron las historias de Osiris, de Baco y otras semejantes.
Habiéndose dicho que entraba un planeta en un signo, se hizo de su conjunción un matrimonio, un adulterio y un incesto. Habiéndose dicho que estaba oculto, enterrado, porque volvía a la luz y subía con exaltación, se supuso que había muerto, que resucitaba, que subía al cielo, etc.
La segunda causa que produjo confusión fue la de las mismas figuras materiales que sirvieron al principio para pintar las ideas y que fueron la primera invención del espíritu humano en esta parte, con el nombre de jeroglíficos o caracteres sagrados: por consecuencia de ésto, pintaron un barco o el navío Argos, para advertir la inundación y la necesidad de preservarse de ella; para designar el viento, pintaron una ala de ave; para indicar la estación y el mes, el pájaro de paso, el insecto, el animal que aparecía en aquella época; para expresar el invierno, pintaron un puerco y una serpiente, que gustan de los lugares húmedos; y la reunión de todas estas figuras tenía sentidos convencionales con sus frases y palabras propias. Pero como este sentido no tenía por sí mismo nada de fijo, ni exacto; como el gran número de estas figuras y de sus combinaciones fue grande y sobrecargó tanto la memoria, resultaron luego confusiones y explicaciones falsas.
Inventado después el arte más sencillo de aplicar signos a los sonidos, cuyo número es limitado y de pintar la palabra en vez de pintar los pensamientos, hizo la escritura alfabética que se perdiese el uso de las pinturas jeroglíficas y cada día dieron lugar aquellas significaciones olvidadas a una multitud de ilusiones, de engaños y de errores.
En fin, el orden civil de los estados antiguos fue la tercera causa de la confusión. Efectivamente, cuando los pueblos empezaron a dedicarse a la agricultura, como la formación del calendario rural exigía constantes observaciones astronómicas, fue necesario establecer algunos individuos, encargados de asegurarse de la aparición y ocultación de algunas estrellas; advertir la proximidad de la inundación, de ciertos vientos, de la época de las lluvias y del tiempo para sembrar cada especie de grano: se dispensó a estos hombres de los trabajos vulgares, a causa de su servicio particular y la sociedad proveyó a su manutención. En este estado y ocupados únicamente en observar, no tardaron mucho en comprender los grandes fenómenos de la naturaleza y de penetrar hasta el secreto de muchas de sus operaciones: conocieron la marcha de los astros y de los planetas; el concurso de sus fases y su relación con los productos de la tierra y con el desarrollo de la vegetación; las propiedades medicinales o nutritivas de las plantas y los frutos; el juego de los elementos y sus afinidades recíprocas. Y como no había otros medios de comunicar estos conocimientos sino el penosísimo de la instrucción oral, no los transmitían sino a sus amigos y parientes; de lo cual resultó una especie de concentración de la ciencia y del saber en algunas familias, que arrogándose un privilegio exclusivo, adquirieron un espíritu de cuerpo y de aislamiento muy contrario a la cosa pública.
Por medio de esta sucesión continua de las mismas investigaciones y de los propios trabajos, fue mucho más rápido el progreso de los conocimientos; pero como se hacía un gran misterio de ellos, sumergido el pueblo de día en día en unas tinieblas más densas, se hizo cada vez más servil y más supersticioso. Viendo que algunos mortales producían ciertos fenómenos, que anunciaban exactamente eclipses y cometas, que curaban enfermos, que manejaban serpientes, se creyó que tenían comunicación con las potencias celestiales; y para lograr bienes y evitar los males que esperaban, fueron considerados como mediadores e intérpretes: así se establecieron en el seno de los estados unas corporaciones sacrílegas de hombres hipócritas y embusteros, que reconcentraron todos los poderes; y los sacerdotes, que eran al mismo tiempo astrónomos, teólogos, físicos, médicos, magos, intérpretes de los Dioses, oráculos de los pueblos, rivales de los reyes, y sus cómplices, establecieron con el título de religión un dominio misterioso y un monopolio de instrucción, que han producido hasta el día de hoy la pérdida de las naciones..."
No bien hubo proferido el orador estas frases, cuando los sacerdotes de todos los grupos cubrieron su voz con una espantosa gritería, acusándole de impío, de irreligioso, de blasfemo, y quisieron impedirle que continuase; pero habiendo observado el legislador, que aquello no era sino una exposición de hechos históricos, que si eran falsos o inventados sería muy fácil desmentirlos, y que hasta entonces había sido libre el anuncio de todas las opiniones, sin cuya circunstancia sería imposible descubrir la verdad, el orador volvió a hablar de este modo:
Ahora bien, de todas estas causas, y de la asociación continua de ideas disparatadas, resultaron infinitos desórdenes en la teología, en la moral y en las tradiciones; y de la circunstancia de que los animales representaron a los astros, se siguió que pasasen a los Dioses las cualidades de los brutos, sus inclinaciones, simpatías y aversiones, y que se les atribuyeran acciones propias de aquéllos: así es que el dios ichneumon hizo la guerra al Dios cocodrilo; el Dios lobo, quiso comerse al Dios carnero o Aries; el Dios ibi devoró al Dios serpiente; y la Divinidad se convirtió en un ser extravagante, caprichoso y feroz, cuya idea desconcertó el juicio del hombre, y corrompió su moral y su razón.
Y como, según el espíritu de su culto, cada familia y cada pueblo había tomado por patrón especial un astro o una constelación, las inclinaciones y las antipatías del animal-símbolo pasaron a sus sectarios; y los partidarios del Dios perro fueron enemigos de los del Dios lobo; los adoradores del Dios buey miraron con horror a los que le comían; y la religión vino a ser un móvil de odios y de guerras, y una causa insensata de delirios y supersticiones.
Los nombres de los astros-animales fueron además adaptados, en este mismo concepto del patronazgo, a los pueblos, a los países, a las montañas, a los ríos, y se tomaron por Dioses todos estos objetos, resultando una mezcla de seres geográficos, históricos y mitológicos, que confundió todas las tradiciones.
Por último, mediante las analogías que se les atribuyeron, habiéndose tomado los dioses-astros por hombres, por héroes, por reyes, éstos tomaron recíprocamente por modelos las acciones de los Dioses, y fueron por imitación guerreros, conquistadores, sanguinarios, orgullosos, lúbricos, perezosos; y así consagró la religión los crímenes de los déspotas, y pervirtió los principios de los gobiernos".
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