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MERCURIO
– EL MAGO O EL BRUJO
El ser humano
solo puede lograr la iluminación mediante el uso adecuado del intelecto. Es
decir, es a través del intelecto, más específicamente a través del reconocimiento
consciente como podemos descubrir y sentir la presencia de ese PRINCPIO DE
PODER que existe dentro de cada uno de nosotros. Este es el acontecimiento más
extraordinario y único que puede experimentar un ser humano. Es lograr la GRAN
OBRA o la conversión del Plomo en Oro en Alquimia, es alcanzar la salvación de
acuerdo con el Cristianismo, es llegar al paraíso según el Islam, es alcanzar
el Samadhi o liberación con relación al Hinduismo. Pero acá hay una trampa,
Mercurio en la mitología greco-romana era no solo el mensajero de los Dioses, o
el dios de le elocuencia, de la mente analítica y racional, también el Dios de
las mentiras, la estafa, la trampa, el engaño…
ECKHART TOLLE
menciona en su libro EL PODER DEL AHORA, lo siguiente:
Sólo porque
puede resolver un crucigrama o construir una bomba atómica no quiere decir que
usted use su mente. Así como a los perros les encanta roer huesos, a la mente
le encanta hincarle el diente a los problemas. Por eso hace crucigramas y
construye bombas atómicas. Usted no tiene interés en ninguna de estas dos
cosas. Déjeme preguntarle esto: ¿Puede liberarse de su mente a voluntad? ¿Ha
encontrado el botón de apagar? (El Diálogo interno o hablarse a uno mismo,
obligar a la loca de la casa para que deje de hablar y de hablar tanto).
El sacerdote
jesuita Carlos G. Vallés (español), quién vivió muchos años en la india y que
además escribió un libro MIS AMIGOS LOS SENTIDOS, con relación al ejercicio OJOS
ABIERTOS hace una referencia a Carlos Castañeda en su libro RELATOS DE PODER LO
SIGUIENTE:
-Todavía queda
un poco de luz del día –dijo don Juan-. Hay otras cosas que deberíamos tocar
antes de que caiga el crepúsculo.
Añadió entonces
que, juzgando por los resultados de mi "soñar" yo debía de haber
aprendido a interrumpir voluntariamente mi diálogo interno. Le dije que así
era.
En el principio
de nuestra relación, don Juan había delineado otro procedimiento: caminar
largos trechos sin enfocar los ojos en nada. Su recomendación había sido no
mirar nada directamente sino, cruzando levemente los ojos, mantener una visión
periférica de cuanto se presentaba a la vista. Recalcó, aunque entonces no entendí,
que conservando los ojos sin enfocar en un punto justamente arriba del
horizonte, era posible percibir, en forma simultánea, cada elemento en el
panorama total de casi 180 grados frente a los ojos. Me aseguró que ese
ejercicio era la única manera de suspender el diálogo interno. Solía pedir reportes
sobre mi progreso, pero luego dejó de preguntar por él.
Dije a don Juan
que practiqué la técnica años enteros sin advertir cambio alguno, pero de todos
modos no lo esperaba. Cierto día, sin embargo, me di cuenta, súbitamente, de
que acababa de caminar durante unos diez minutos sin haberme dicho una sola
palabra.
Mencioné también
que en esa ocasión cobré conciencia de que suspender el diálogo interno
implicaba algo más que sólo reprimir las palabras que me decía a mí mismo.
Todos mis procesos intelectuales se detuvieron, y me sentí como suspendido,
flotando. Una sensación de pánico surgió de esa vivencia, y tuve que reanudar
mi diálogo interno como antídoto.
-Te he dicho que
el diálogo interno es lo que nos hace arrastrar -dijo don Juan-. El mundo es
así como es sólo porque hablamos con nosotros mismos acerca de que es así como
es. DON JUAN EXPLICÓ QUE EL PASAJE AL
MUNDO DE LOS BRUJOS SE FRANQUEA DESPUÉS QUE EL GUERRERO APRENDE A SUSPENDER EL
DIÁLOGO INTERNO.
-Cambiar nuestra
idea del mundo es la clave de la brujería -dijo-. Y LA ÚNICA
MANERA DE LOGRARLO ES PARAR EL DIÁLOGO INTERNO. Lo demás sólo
es arreglo. Ahora estás en la posición de saber que nada de lo que has visto o hecho,
con la excepción de parar el diálogo interno, habría podido de por sí cambiar
nada en ti, o en tu idea del mundo. El asunto, por supuesto, es que ese cambio
no sea un trastorno. Ahora entenderás por qué un maestro no presiona a su
aprendiz. Eso nada más fomentaría obsesión y morbidez.
William Lilly - Master Astrologer
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