martes, 11 de junio de 2019

EMBRUJO - EL AMOR FATAL II

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EMBRUJO – Andrés Cepeda (II)

Juzgad también el amor conforme a sus obras; si eleva el alma, inspira la devoción y las acciones heroicas; si apenas siente celos de la perfección y de la felicidad del ser amado, si es capaz de sacrificarse por la honra y el descanso del objeto de su amor, ello es un sentimiento inmortal y sublime; pero si aniquila el valor, si enerva la voluntad, si envilece las aspiraciones, si hace despreciar el deber, entonces es una pasión fatal, y es preciso vencer o morir.
Cuando el amor es puro, absoluto, divino, sublime, por sí mismo es el más sagrado de los deberes. Admiramos a Romeo y Julieta a pesar de todos los prejuicios y de todos los furores de los Capuletos y de los Montescos, y no pensamos que los odios de sus familias deberían separar para siempre a Píramo de Tisbe. Admiramos también a Jimena solicitando la muerte del Cid para vengar a su padre porque Jimena, sacrificando el amor, se hace más digna del propio amor, ella sabe bien que si falta a su deber Rodrigo no la amaría más. Entre la muerte de su amante y el envilecimiento de su amor, la heroína no podía vacilar. ¿Justifica ella la gran sentencia de Salomón, que el amor es más inflexible que el infierno?.
 El verdadero amor es una revelación luminosa de la inmortalidad del alma: su idea, para el hombre, es la pureza sin mancha, y para la mujer, la generosidad sin desaliento. Tiene celos de la integridad de este ideal, y celo tan noble debe llamarse Celotipia, o tipo de celo. El sueño eterno del amor es la madre inmaculada, y el dogma recientemente definido por la Iglesia, inspirado en el Cantar de los Cantares, no tuvo otro revelador sino el amor. 

LA IMPUREZA ES LA PROMISCUIDAD DE LOS DESEOS; el hombre que desea todas las mujeres y la mujer que ama los deseos de todos los hombres, no conocen el amor y son indignos de conocerlo. La coquetería es la depravación de la vanidad femenina; su propio nombre viene de algo bestial y recuerda los coqueteos provocativos de las gallinas que quieren llamar la atención del gallo. Le está permitido a la mujer ser bella, pero ella sólo debe desear agradar al hombre que ama o al que podrá amar algún día. La integridad del pudor de la mujer es el más especial ideal de los hombres y el motivo de su legítimo celo. La delicadeza y la dignidad del hombre es el sueño ideal de la mujer, y es en este ideal que ella encuentra el estimulante o el suicidio de su amor. El casamiento es el amor legítimo. Un casamiento de conveniencia ayuntamiento de despecho. Es un convenio entre un macho y una hembra de la especie humana que acuerdan tener hijos bajo la protección de la ley; si ninguno de los dos amó, puede esperarse que el amor venga con la intimidad de la familia, pero, desgraciadamente, el amor no obedece siempre a las conveniencias sociales, y aquel que se casa sin amor, muchas veces se desposa con la probabilidad de adulterio.
La mujer que ama a otro o se casa con el hombre a quien no ama, hace un atentado contra la naturaleza. Julia de Volmar es inexcusable, y su marido un personaje imposible en el mismo romance; Saint Preux debió despreciar esa pareja. Una moza que se entrega y después se desdice deshonra su primer amor; porque ha aceptado el adulterio. Hay un ser ante quien una mujer digna de ese nombre nunca debe sonrojarse, es el hombre al que halló digno de su primer amor. 

Celebramos que un hombre de corazón rehabilite a una joven honesta que fue seducida y después abandonada, pero que una joven que ya se entregó quiera darse a otro, cuando ya no pertenece a sí misma, alegando que si no obedece a su padre él la mataría o se moriría de pesar, como en el caso del barón de Etange, hallamos que aquí la indelicadeza de corazón se justifica mal con una franqueza o sensibilidad tonta. Un padre que habla de matar a una hija o de morir porque ella obre rectamente y con nobleza, no es un padre, es un egoísta feroz en su despotismo, a quien hay el derecho de censurarlo o de huirle.
La Julia de Rousseau, es una moza reputada honesta, que atrae al mismo tiempo dos hombres. Su padre es un proxeneta que deshonra al mismo tiempo a su hija y a su amigo; Volmar es un cobarde y Sain-Preux un tonto. Cuando sabe que Julia se había casado no debía volver a verla. Casar una mujer que se dio a otro y a quien este otro no abandonó, es desposar la mujer de otro, casamiento nulo ante la naturaleza y ante la dignidad humana. Esto es lo que Rousseau no comprendió. Admito el casamiento de aventuras de las heroínas de Enrique Murger que hacen de la vida una farsa de carnaval; pero no acepto el de Julia, que muestra la pretensión de tomar en serio el amor. Ser o no ser, he ahí la cuestión, como dice Hamlet; la virtualidad del ser humano está en su pensamiento y no en su amor. Abjurar públicamente de su pensamiento sin estar convencido de que es falso, es la apostasía del espíritu; abjurar del amor, cuando la gente siente que él existe, es la apostasía del corazón.
Los amores que mudan son caprichos que pasan; aquellos de que tenemos que avergonzarnos son fatalidades cuyo yugo debemos sacudir. Homero nos muestra a Ulises vencedor de los lazos de Calipso y Circe,  haciéndose atar al mástil de su navío para oír los cantos deliciosos de las sirenas, sin ceder a ellas, lo que es el verdadero modelo del sabio que escapa de las decepciones del amor fatal. Ulises se debe enteramente a Penélope, que se conserva para Ulises, y el lecho nupcial del rey de Itaca, teniendo por columnas árboles eternos que se prenden a la tierra por fuertes raíces, es en la antigüedad, a veces un tanto licenciosa, el monumento simbólico del legítimo y casto amor. 

El verdadero amor es una pasión invencible motivada por un sentimiento justo y nunca puede estar en contradicción con el deber; pues el deber se vuelve absoluto; pero la pasión injusta constituye un amor fatal y es a éste al que debemos resistir, aunque tengamos, en hora buena, que sufrir y morir. Podríamos decir que el amor fatal es el príncipe de los demonios, porque es el magnetismo del mal armado con todo su poder, y nadie puede desarmarlo o limitar sus furores. Es una fiebre, es una demencia, es una fobia. Será preciso consumirse lentamente y sin piedad como el hachón de Altea. Los recuerdos nos torturan, los deseos engañados nos desesperan, saboreamos la muerte, y muchas veces preferimos antes sufrir y amar que morir.

¿CUÁL ES EL REMEDIO PARA ESTA DOLENCIA?. ¿CÓMO CURAR LAS HERIDAS DE ESTA FLECHA ENVENENADA?. ¿QUIÉN NOS LIBRARÁ DE LAS ABERRACIONES DE ESTA LOCURA?.... 

CONTINUARÁ...

 
William Lilly - Master Astrologer
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