miércoles, 12 de junio de 2019

EMBRUJO - EL AMOR FATAL III - Final

Este material no es para reproducirlo o fijar en otros blogs o websites, o en documentos PDFS, como ha sucedido con otros artículos nuestros sin autorización previa de parte de La Escuela Internacional de Astrología.         

ESTE BLOG HACE USO DE CIERTAS COOKIES DE BLOGGER Y DE GOOGLE, UD. ES LIBRE DE SEGUIR LEYENDO O DE SUSPENDER LA LECTURA DEL MATERIAL QUE APARECE EN EL BLOG.

EMBRUJO – Andrés Cepeda (II)


Para curar del amor fatal es preciso romper la cadena magnética, precipitándose en contra corriente y neutralizando una electricidad por la electricidad contraria. Aléjese de la persona amada; nada guarde que vuelva a recordarla; abandone hasta el vestido con el cual ella lo haya visto. Impóngase ocupaciones fatigantes y múltiples, nunca quede ocioso, ni se entregue a los ensueños; agótese de cansancio durante el día para dormir profundamente en la noche: alimente una ambición o un deseo por satisfacer, y para encontrarlo suba por encima de su amor. Así llegará a la tranquilidad si no al olvido. Lo que es preciso evitar, a toda costa, es la soledad nutridora de los enternecimientos y los sueños; esto, a menos que la persona no se sienta atraída por la devoción, como Luisa de la Valliére y el señor de Rancé, y que no busque en los suplicios voluntarios del cuerpo la dulcificación de las penas del alma.
Es preciso pensar siempre que lo absoluto en los sentimientos humanos es un ideal que nunca se realiza en este mundo, que toda belleza se altera y que toda vida se extingue; que todo pasa, al fin, con la rapidez, que parece ilusión; que la bella Elena se convirtió en una vieja de boca desdentada, después un poco de polvo y, al fin, en nada.

TODO AMOR QUE NO PUEDA NI DEBA CONFESARSE ES UN AMOR FATAL. 

Fuera de las leyes de la naturaleza y de la sociedad nada hay de legítimo en las pasiones, y hay que condenarlas desde el nacimiento, destruyéndolas bajo este axioma: Lo que no debe existir, no existe. Cosa alguna disculpará el encesto o el adulterio. Son cosas cuyo nombre los oídos castos temen y cuya existencia no deben admitir las almas sinceras y puras. Los actos que la razón no justifica, no son actos, son bestialidades y locuras. Son caídas, después de las cuales es necesario redimirse y limpiarse para no guardar manchas; son torpezas que la decencia debe ocultar y que la moral, purificada por el soplo magnético, no podría admitir igualmente para castigarlas. Ved a Jesús en presencia de la mujer sorprendida de adulterio, no escucha a los que a acusan, no la mira para no ver su vergüenza; y cuando lo importunan para que la juzgue, él la reprende con estas sabias palabras que serían la supresión de toda penalidad impuesta por la justicia humana, si no quisiesen decir que, ciertos actos, deben quedar desconocidos, y como que imposibles ante el pudor de la ley: “Levántese, y de ahora en adelante procure no caer más”. He ahí lo único que el sublime Maestro halló para decir a la infeliz mujer cuyos acusadores rehusó oír. Jesús no admite el adulterio; lo llama fornicación, y como único castigo autoriza al hombre a despedir a la que fue su mujer. La mujer, a su vez, tiene el derecho de abandonar a un marido que la engaña. Y si no tiene hijos se vuelve libre ante la Naturaleza. Pero si fuere madre pierde el derecho sobre los hijos de su marido, a no ser que éste sea notoriamente infame. Renunciando a él, ella renuncia a sus hijos; y si no tiene el triste valor de abandonarlos y deshonrarse a sus ojos, será preciso que se resigne al heroísmo del sacrificio materno, considerándose viuda en el matrimonio y consolándose de los dolores de mujer en el cariño de madre. 

LAS HEMBRAS DE LOS PÁJAROS NUNCA ABANDONAN SU NIDO MIENTRAS SUS PEQUEÑUELOS NO TIENEN ALAS.

¿Por qué las mujeres sería peores madres que las hembras de los pájaros?. El ideal de lo absoluto en amor, diviniza, por decir así, la generación del hombre y este ideal exige la unidad del amor. Este bello sueño del cristianismo es la realidad de las grandes almas, y era para no envilecerse en las promiscuidades del viejo mundo, que tantos corazones amantes fueron a los claustros a vivir y morir en un deseo eterno. Yerro a veces sublime, pero siempre lastimoso, ¿Pues será necesario renunciar a vivir por no ser inmortal?. ¿No comer más, porque el alimento del alma es superior al cuerpo, no andar más, porque no se tiene alas?. ¡Feliz el noble hidalgo Don Quijote, que cree adorar a Dulcinea al abrazar los grandes pies mal calzados de una campesina del Toboso!. La Eloísa de Rousseau que ha poco criticábamos tan severamente desde el punto de vista de lo absoluto del amor, no por eso deja de ser una deliciosa creación, tanto más verdadera cuanto defectuosa, y reproduce en un romance realmente humano todas las contradicciones y flaquezas que hicieran de Rousseau, con las reminiscencias de un antiguo lacayo, el Don Quijote de la virtud.
Después de haber procurado en vano hincar a Madama de Warens, de quien tuvo celos y haberla olvidado por causa de Madama Larnage, después de haber adorado a Madama Houdetot que amó a otro, se casó filosóficamente con su criada, y si es verdad que el pobre hombre murió a consecuencia del disgusto que le ocasionó el descubrimiento de una infidelidad de Teresa, es muy justo admirarlo y compadecerlo: su corazón era hecho para amar. 

Para un corazón digno de amor sólo existe en el mundo una mujer, pero la mujer, esta divinidad de la tierra, se revela a veces en varias personas, como la divinidad del cielo y sus encarnaciones, que son también, en veces, más numerosas que los acatares de Vichnú. ¡FELICES DE LOS CREYENTES QUE JAMÁS SE DESALIENTAN Y QUE, EN LOS INVIERNOS DEL CORAZÓN, ESPERAN LA VUELTA DE LAS GOLONDRINAS!. El sol brilla en una gota de agua, es ahí un diamante, es un mundo; ¡feliz de aquel que, cuando la gota se seca, no piensa que el sol se va a propósito!. Todas las bellezas que pasan son apenas reflejos fugitivos de la Belleza eterna, objeto único de nuestros amores. Querría tener los ojos del águila y volar para el sol, pero si el sol viene a mí distribuyendo sus esplendores en las gotas de rocío, agradeceré a la Naturaleza, sin afligirme mucho cuando el diamante desaparezca. Para esta inconstante criatura que ya no me ama, para la sed de ideal de su corazón, yo también era una gota de agua, ¿Debo acusarla y maldecirla porque a sus ojos me torné una lágrima disuelta en que no ve más el sol?.

 
William Lilly - Master Astrologer
ESCUELA DE ASTROLOGÍA - WILLIAM LILLY - POWERED BY GOOGLE - ASTROLOGÍA PROFESIONAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cualquier comentario que vaya en contra de este sitio, o no tenga que ver con Astrología, o que contenga palabras ofensivas, será eliminado.