martes, 23 de abril de 2019

METAFÍSICA DEL NACIMIENTO II

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METAFÍSICA DEL NACIMIENTO
por Ibn Asad


Pues en el nacimiento, la cuestión que no está de ninguna manera respondida es el problema metafísico. Todo nacimiento es una experiencia vital de primer orden, una ruptura de nivel existencial, una participación del ser humano en el misterio cosmológico… Y aun siendo todo esto (o precisamente por ello), pocos recuerdan esa experiencia, muy pocos se cuestionan la naturaleza de esa ruptura y nadie -eso es: nadie- ha resuelto las profundas implicaciones de ese momento crítico en la configuración de la vida personal. Porque nuestro nacimiento forma parte de lo inconsciente, y no nos referimos a “inconsciente” como lo haría una escuela moderna de psicología de influencia jungiana.

NO: EL NACIMIENTO SE VE COMO ALGO INCONSCIENTE SIMPLEMENTE PORQUE NO SE TIENE IDEA DE QUÉ FUE, NADIE CONOCE SU HONDURA EXISTENCIAL, NADIE SABE POR QUÉ, CÓMO, CUÁNDO SE NACE. ASÍ ES: EL NACIMIENTO FORMA PARTE DE LO INCONSCIENTE PORQUE POCOS HAN TENIDO VALOR PARA TOMAR CONSCIENCIA DE ÉL. INVITAMOS A ELLO.

Primer gran error generalizado con respecto al nacimiento: como somos inconscientes de nuestro nacimiento, se piensa que el nacimiento en sí mismo es un acto inconsciente. Craso error: se piensa que un bebé recién nacido es un ser en formación, sordo, ciego, tonto, inconsciente, que no siente y que sólo sabe dormir y llorar. No es así. ¿Pues acaso existe ser más consciente que un recién nacido? Tanto en la China taoísta de Lao-Tsé como en la India tanto brahmánica como la búdica, y de alguna manera también en el “niño Jesús” natalino del cristianismo, el recién nacido es el símbolo por antonomasia del ser supraconsciente. Un niño de pocos minutos de vida no sólo es consciente sino que es extraordinariamente consciente: su consciencia es una tabula rasa que acaba de entrar en contacto con el mundo exterior, sus sentidos están vírgenes y amplificados, su capacidad sensorial es de una intensidad que roza lo intolerable.
¿Que si un recién nacido siente? No sólo siente sino que lo hace de un modo ampliado, potenciado, inaccesible para un hombre adulto. Pues a diferencia de lo que parece, un niño no llora como un niño porque es sólo un niño. No; un niño llora (y ríe) con esa incomprensible intensidad porque dispone de una consciencia y una capacidad sensorial aplastantemente superiores en comparación a cualquier adulto común, siempre mutilado por el paso de los años, los traumas y la educación. El niño recién nacido siente por mil, llora por mil, es consciente por mil, por eso grita, berrea, patalea con un vigor del que el adulto carece. Sólo acercándonos a esa supra-consciencia prenatal y postnatal inmediata, podemos barruntar la importancia de la experiencia del nacimiento en nuestra vida personal: un breve y en apariencia insignificante lapso de tiempo en nuestro reloj profano que configuran predisposiciones espirituales, intelectuales, emocionales y físicas para la larga y sagrada vida de un ser humano.
Parece lógico: si se nace de manera inadecuada e infeliz, los hombres vivirán de forma inadecuada e infeliz; si se nace de una manera consciente y feliz, los hombres vivirán de una forma consciente y feliz. Ahora bien: si se nace de un modo uniformado y estandarizado (tal y como se ha conseguido hacer hoy en día), los hombres vivirán de un modo uniformado y estandarizado (tal y como se vive en la sociedad global secularizada de la actualidad), sin que nadie sea consciente de qué hicieron con nosotros en los primeros minutos de vida. Un poeta de la tierra que hace unos cuatro años me acogió dijo:

“Amor de mi vida, de aquí a la eternidad, nuestros destinos fueron trazados en la maternidad.”

Eso lo dijo un poeta. ¿Y qué dicen los recién nacidos del nacimiento y la maternidad? Pues algo aún más expresivo y poético: gritos, llantos, quebrantos, gestos de espanto y horror. Parece que eso de nacer no es muy agradable. Y por si fuera poco nacer, nuestra ignorancia al respecto parece que no facilita ni endulza las cosas: voces altas, luces cegadoras, metales, plásticos, tortazos en las nalgas, sala masificada de cunas… Veamos qué es el nacimiento y qué hemos hecho de él.

 
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