jueves, 25 de abril de 2019

METAFÍSICA DEL NACIMIENTO IV

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METAFÍSICA DEL NACIMIENTO
por Ibn Asad

Por ejemplo: hay una costumbre adoptada por muchos médicos modernos de todas las culturas que consiste en coger al recién nacido por los pies, con todo el cuerpo colgando, como hace un pescador que muestra la pieza de su pesca. Esta costumbre se debe a que, ciertamente, sólo así resulta cómodo y seguro verticalizar al niño cuando aún está recubierto de la blanquecina y resbaladiza grasa que lo recubría en su vida intrauterina. La cuestión es: ¿Qué necesidad hay de verticalizarlo? Al menos el recién nacido no tiene ninguna; y los gritos de dolor y su gesto desencajado por el espanto y el horror, así lo indican. Imagínense esto:

Durante los meses de gestación la columna vertebral permaneció arqueada (la famosa posición fetal) alcanzando el mayor grado de arqueamiento y contracción en la semana anterior al parto. Durante el trabajo final, la columna se retuerce y se comprime para pasar por el sinuoso paso del canal de parto. Pues bien, tras nacer, este niño con la columna encogida y aprisionada durante nueve meses, es violentamente estirada de un solo golpe gravitacional. El médico lo cuelga como si fuera un jamón en un bar español. Cabeza abajo. Con los pies presos. Con el peso del cuerpo oscilando suspendido en el vacío. ¿No parece una salvajada? Pensamos que al recién nacido también se lo parece. También pensamos que muchas de las fobias relacionadas con el espacio (claustrofobia, agorafobia, miedo a las alturas…) están generalizadas en la civilización global por esta costumbre obstétrica habitual. También este trauma guarda relación con problemas de equilibrio físico y emocional, vértigos y la recurrente pesadilla de “caer al vacío”. Pues si una pesadilla se repite en los cinco continentes, no importa de qué cultura, raza o religión estemos hablando, es muy probable que la causa de ese trastorno esté en aquello que es común a todos. ¿Qué comparten en la actualidad un argentino, un portugués, un egipcio y un australiano? Todos nacen igual, con un parto estandarizado.
El nacimiento es una experiencia universal. “Universal” porque iguala a todos los seres humanos aboliendo raza, nación, clase social u otras categorías artificiales; y es una “experiencia” porque, aunque se olvide, se experimenta a través de los cinco sentidos. Tal es la gama sensorial de la que goza el bebé, que esta experiencia puede calificarse sin duda de “extraordinaria”, tanto en intensidad, influencia, dimensión e importancia vital. Y ahí está la causa de nuestro olvido: la experiencia natal maneja vivencias sensoriales tan altas y fuertes, que la memoria ordinaria del adulto es incapaz de hacer registro de algo así vivido. Y sin embargo, sucedió, se vivió eso, se experimentó, se nació.
Como no existen otras herramientas experimentales que los sentidos, hablaremos del nacimiento a través de cada uno de los sentidos (en sánscrito, jnanendriyas) relacionados con los diferentes órganos de acción (karmendriyas) y a su vez con las cinco esencias elementales (tanmatras) según el ayurveda y su relación con el proceso cosmológico (samkhya). Así:

Oído: El sentido del oído es el primer sentido del despliegue cósmico en todas las expresiones tradicionales (logos, pranava, quram, vak…) todo cosmos es, en su expresión más alta y primigenia, un sonido, una voz, un nombre. Todo el mundo ya admite que el feto escucha sonidos mucho antes de lo que vulgarmente se pensaba y la embriogénesis científica convencional habla de un oído en formación a las cuatro semanas de gestación. La persona pre-natal escucha de una manera mucho más nítida y amplificada de lo que puede parecer. Pero no sólo la capacidad auditiva del prenatal es superior a la nuestra; también lo es la modalidad auditiva. En el adulto la audición está volcada hacia el exterior. La mayoría de nuestro espectro auditivo se ocupa de fenómenos exteriores, reduciendo la audición interna a la respiración y –algunas pocas veces- a los latidos del corazón (eso en los extraños casos de relajación completa que deja la vida moderna).
Por el contrario, la persona prenatal escucha lo interno más que lo externo, y ese ámbito interno está prolongado al cuerpo materno. El funcionamiento visceral de la madre, el ritmo del corazón, la respiración… es la música celestial que el ser humano escucha durante los nueve meses más importantes de su vida. Y de todos los sonidos orgánicos de la madre hay uno que deja la primera impronta identificativa en la persona: la voz materna. Es difícil encontrar lenguas que tenga palabras de género masculino para estos tres conceptos: “tierra”, “agua”… y “voz”. La voz suele ser una palabra de género femenino porque la primera voz es y siempre será (desde todos los puntos de vista, no sólo el físico y evidente), una voz de mujer.

 
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