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ASTROLOGÍA Y DESTINO BY LIZ GREENE
PARTE DOS
DAIMON
Hay una diferencia considerable, aunque sutil, entre estas dos maneras de ver el destino. Esto se refleja en nuestra distinción, en inglés, entre la palabra "FATE" y la palabra "DESTINY". La raíz de "DESTINY" en latín significa "estar aparte", lo que implica que, aunque el destino es hado en un sentido, está más preocupado por el desarrollo del individuo, aquello que lo hace único, aquello que lo distingue de sus semejantes. Jung usa la palabra FATE en ambos sentidos, a veces más en uno, a veces más en el otro. Pero el DAIMON, a pesar de sus connotaciones más creativas o "benéficas", no es menos determinista que los límites de Moira. Sigue siendo "lo que debo hacer". Tengo la curiosa sensación de que esta dualidad del destino abarca algo con un rostro tanto femenino como masculino, o, dicho de otro modo, con un rostro oscuro y uno claro. Moira es incuestionablemente mujer. Su reino es el del instinto, la herencia y la mortalidad. El DAIMON, cuando lo encontramos en la obra de filósofos como Platón, posee una cualidad más activa y ambiciosa. Intenta llegar a algún lugar; contiene el sentido de una meta. KERENYI también considera el significado del DAIMON en su obra sobre Zeus y Hera:
Un «dispensador» es el significado de DAIMON, pero no humano. En plural, en el lenguaje de Homero, DAIMONES es completamente equivalente a THEOI, «dioses». DAIMON en singular también tiene un sentido personal. Aparece en un acontecimiento personal, en un destino personal, podríamos decir, aunque no debemos entender «destino» aquí como existente por sí mismo. El «dispensador» ocurría solo en un caso personal; era una dispensación personal cada vez que ocurría.
Esto contrasta marcadamente con la impersonalidad colectiva de Moira, y también con la impersonalidad colectiva del astrológico Plutón. CUANDO INTENTO CAPTAR LA ESENCIA DE ESTE MISTERIOSO DAIMON, ME QUEDA LA SENSACIÓN DE ALGO QUE IMPULSA AL INDIVIDUO DESDE DENTRO A CUMPLIR UN PATRÓN ÚNICO. TIENE UN PROPÓSITO, ES TELEOLÓGICO, COMO DIRÍA JUNG; BUSCA LLEGAR A ALGÚN LUGAR, Y EL INDIVIDUO EN QUIEN RESIDE, O QUIEN, VISTO DE OTRA MANERA, ES SU ENCARNACIÓN, DEBE, POR LO TANTO, IR A ALGÚN LUGAR. La expresión obvia de tal fuerza impulsora en el mundo exterior se encuentra en el ámbito de la vocación. Aunque no todos experimentan la sensación de una «llamada», es más inconfundible en aquellos para quienes es una realidad, y la manifestación externa del «carácter» de ese individuo, en forma de una esfera de esfuerzo creativo, se corresponde con la imagen interna del DAIMON que lo impulsa. Sócrates ciertamente tenía un DAIMON y trató de vivir de acuerdo con su ímpetu. Un hombre podría decir que esto es vivir en armonía y sumisión al Ser. Una persona religiosa convencional podría decir que es vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero el dios está en el interior, y volvemos a la ecuación de NOVALIS entre el destino y el alma.
Otras manifestaciones, menos obvias en términos concretos que la vocación, parecen reflejar también el ímpetu del DAIMON. Sin duda, lo encontramos en el amor. Platón escribió que Eros era un gran DAIMON, y los mandatos del amor prevalecen sobre tantas otras consideraciones que bien podría decirse que el amor puede ser una de las experiencias más profundas del destino que un individuo puede experimentar. El amor también «va a alguna parte», pues cambia al individuo y puede llevarlo a una fase diferente de su desarrollo. Aunque Plutón figura con fuerza en cuestiones de atracción compulsiva, el aspecto DAIMÓNICO del amor tiene un cariz muy diferente. Platón lo expresa así en el FEDRO:
Y lo mismo ocurre con los seguidores de los demás dioses. Cada hombre en su vida honra e imita lo mejor que puede a ese dios a cuyo coro pertenecía, mientras permanece incorrupto en su primera encarnación aquí; y de la manera que así ha aprendido, se comporta con su amado así como con los demás. Así, pues, cada uno elige entre lo bello un amor conforme a su especie; y entonces, como si su elegido fuera su dios, lo erige y lo viste para adorarlo... Y este esfuerzo por descubrir la esencia de su dios apropiado, rastreándolo en sí mismos, es recompensado; pues se ven obligados a contemplar al dios sin pestañear, y cuando su memoria lo retiene, su aliento los inspira, y comparten sus atributos y su vida, hasta donde el hombre puede acceder a la divinidad. Y por estas bendiciones agradecen al amado, amándolo aún más profundamente... Se ve a sí mismo en su amado como en un espejo, sin saber a quién ve. Y cuando están juntos, él también se libera del dolor, y cuando están separados, anhela como él mismo es anhelado; pues en su corazón se refleja la imagen del amor, que es la respuesta del amor.
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