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5 'EL GRAN DESTINO'
El carácter del hombre es su destino.
—Heráclito
Destino y alma no son más que dos nombres para el mismo principio.
—Novalis
Los antiguos idearon la magia para obligar al destino. Lo necesitaban para determinar el destino exterior. La necesitamos para determinar el destino interior y encontrar el camino que somos incapaces de concebir.
—CG Jung
UNA ROSA POR OTRO NOMBRE
Como los caminos que conducen a Roma, cualquier discusión sobre la astrología de Jung conduce, tarde o temprano, a la cuestión de cómo entendía el destino. La astrología y las especulaciones filosóficas sobre el destino conviven íntimamente desde los orígenes de ambas. Varios textos astrológicos modernos han abordado en un lenguaje más contemporáneo la cuestión de si el horóscopo describe el destino de un individuo. A veces se utilizan otras palabras con diferentes matices, como "destino". Muchos astrólogos de la segunda mitad del siglo XX comenzaron a rechazar por completo la idea de circunstancias predestinadas y se referían a "tendencias" en lugar de a la antigua idea de HEIMARMENE, la "compulsión de las estrellas".
UN EJEMPLO DE ESTA MODERNIZACIÓN DEL DESTINO ASTRAL LO OFRECIÓ EL ASTRÓLOGO BRITÁNICO JEFF MAYO (1921-1998), QUIEN DECLARÓ CATEGÓRICAMENTE:
Un aspecto astrológico con respecto al futuro puede corresponderse con cualquiera de una variedad de posibilidades, que en su mayoría dependen del libertad de elección' del individuo en cuestión, sin embargo, el aspecto todavía predice la tendencia real de las circunstancias, o la naturaleza de la reacción del individuo a la situación.
Otros astrólogos aceptaron la idea del destino astral en principio, pero sugirieron que implica sólo las circunstancias físicas del individuo, y no el alma. Este enfoque cuasi-platónico y cuasi-gnóstico fue expresado por la astróloga británica MARGARET HONE (1892-1969) en 1951:
EN LA MEDIDA EN LA QUE UN HOMBRE SE IDENTIFICA CON SU YO FÍSICO Y EL MUNDO FÍSICO QUE LO RODEA, ES INDISOLUBLEMENTE PARTE DE ÉL. Y SUJETO A SU PATRÓN CAMBIANTE FORMADO POR LOS PLANETAS EN SUS ÓRBITAS. SÓLO MEDIANTE EL RECONOCIMIENTO DE AQUELLO QUE SIENTE COMO SUPERIOR A ÉL MISMO PUEDE SINTONIZARSE CON LO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ DEL PATRÓN TERRESTRE. DE ESTA MANERA, AUNQUE NO PUEDA ESCAPAR DE LOS ACONTECIMIENTOS TERRESTRES, MEDIANTE LA DOCTRINA DE LA "ACEPTACIÓN" LIBRE Y VOLUNTARIA PUEDE "QUERER" QUE SU YO REAL SEA LIBRE EN SU REACCIÓN ANTE ELLOS.
Esta perspectiva permite también una forma de libertad como reconocimiento del destino; pero refleja un dualismo de espíritu y materia que era ajeno a la propia visión de Jung de su unidad. En la antigüedad, las formas en las que se entendía el destino astral variaban entre los diferentes sistemas filosóficos y religiosos. Ciertos fragmentos herméticos afirmaban que el destino astral actúa sobre el cuerpo o sobre las dimensiones inferiores del alma, pero el alma superior o NOUS permanece libre de su influencia:
Tenemos el poder de elegir; está en nuestro poder elegir lo mejor, y de la misma manera [elegir] lo peor, según nuestra voluntad. Y si [nuestra] elección se apega a las cosas malas, se asocia con la naturaleza corporal; [y] por esta causa el destino gobierna a quien toma esta decisión. Desde entonces, la esencia intelectual en nosotros es absolutamente libre. . . por este motivo el destino no lo alcanza. Esta es la opinión de la que se hizo eco la astróloga MARGARET HONE a mediados del siglo XX. Ciertos tratados gnósticos, como el Apócrifo de Juan, presentan la idea de que cada arconte planetario coloca una especie de membrana psíquica sobre el alma humana a medida que desciende a la encarnación, lo que resulta en un vehículo del alma de siete capas, cada una bajo el gobierno de uno de los siete arcontes. Estas capas, denominadas colectivamente "espíritu falso", se percibían como malignas, reflejando la idea de que los arcontes planetarios unen el alma a la materia a través de compulsiones libidinosas y obstruyen el recuerdo del alma de su fuente divina.
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