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PARTE TRES
EL DESTINO Y EL SELF BY LIZ GREENE
10 EL DESTINO Y EL SELF
¿Se rompe tu copa?
Esa copa soy yo.
¿Se echa a perder tu bebida?
Esa bebida soy yo.
Soy el negocio en el que te esfuerzas.
Conmigo se ha ido todo tu significado.
REINER MARIA RILKE
EN OTROS CASOS, COMO EL SUICIDIO DE TIMOTHY S. O LA MUERTE DE DAVID BATES, ESTA SENSACIÓN DE SIGNIFICADO NO ERA EVIDENTE PARA LA PERSONA. PERO SÍ SE HACE EVIDENTE PARA EL ASTRÓLOGO CUANDO SE CONECTA EL PATRÓN DE VIDA CON EL HORÓSCOPO Y SE OBSERVA LA SINCRONICIDAD ENTRE LAS POSICIONES PLANETARIAS Y LA VIDA INTERIOR Y EXTERIOR DEL INDIVIDUO. UN ACONTECIMIENTO AISLADO DE SU CONTEXTO PARECE CASUALIDAD, PERO CUANDO SE SITÚA EN EL ENTRAMADO DE UNA VIDA TOTAL, CON SUS ANTECEDENTES FAMILIARES, SU CARÁCTER PARTICULAR, SU DESARROLLO INTERIOR REFLEJADO EN SUEÑOS Y SU HORÓSCOPO, ENTONCES «CASUALIDAD» SE CONVIERTE EN UNA PALABRA BASTANTE INAPROPIADA Y CUALIDADES COMO «INEVITABLE», «ORDENADO», «CORRECTO», «SIGNIFICATIVO» Y «NECESARIO» SE SUGIEREN POR SÍ SOLAS. COMO DICE JUNG:
LO QUE LE SUCEDE A UNA PERSONA ES CARACTERÍSTICO DE ELLA. REPRESENTA UN PATRÓN Y TODAS LAS PIEZAS ENCAJAN. UNA A UNA, A MEDIDA QUE SU VIDA AVANZA, SE VA ACOMODANDO SEGÚN UN DISEÑO PREDESTINADO.
Cuando la vida asesta un golpe duro e inesperado, experimentamos el rostro oscuro del destino, que los griegos llamaban Moira. Cuando la vida parece guiarnos hacia una meta y nos llena de un sentimiento de destino, experimentamos el rostro brillante del destino, que el cristianismo llama Providencia. LA PRIMERA, FIELMENTE REFLEJADA EN SU IMAGEN FEMENINA PRIMORDIAL, PARECE SEVERA, DESPIADADA Y SIN RAZÓN NI DESIGNIO RELACIONADO CON EL INDIVIDUO. Moira, después de todo, traza sus límites sin preferencias, pues son colectivos o universales, no personales en un sentido individualista. Estos últimos, incluso si implican dolor, parecen en última instancia benévolos, llenos de sabiduría y preocupados, especialmente, por el individuo. A menudo, ambas facetas del destino se experimentan a la vez, y la sensación de que ambas se unen —o de que forman parte de un mismo todo— es algo frecuente en el trabajo analítico, donde las limitaciones, heridas y pérdidas «injustas» de la vida se relacionan gradualmente con un patrón interno que avanza hacia una meta y lentamente amplía y enriquece la personalidad.
ANIELA JAFFE expresa esta coincidencia de la siguiente manera:
Básicamente, la individuación consiste en intentos constantemente renovados y constantemente necesarios de fusionar las imágenes internas con la experiencia externa. O, dicho de otro modo, es el esfuerzo por «hacer que lo que el destino pretende hacer con nosotros sea enteramente nuestra propia intención».
Así, el destino, como sugirió CRISIPO, parece encarnar una dualidad o una paradoja, pues se manifiesta en un momento como una fatalidad y en otro como un acto de gracia. El problema de esta paradoja preocupó a Jung, quien vio en ella el reflejo de una divinidad moralmente ambigua, una deidad cuyo rostro ambivalente se reveló al perplejo Job como Dios y Diablo. En la formulación de Jung de los conceptos de individuación y el arquetipo del Ser, estos dos hilos dispares que tejen ese destino dual del que escribió CRISIPO se han unido. «Ser o SELF» es un término maravilloso para unir todos los opuestos dentro del complejo y paradójico ser humano, y eso es precisamente, en opinión de Jung, lo que hace el Ser. Aunque a la larga pueda resultar elusivo, vale la pena intentar explorar qué quería decir con este término en el contexto del horóscopo. Pues es lo más cercano, psicológicamente hablando, que podemos llegar a comprender esas expresiones contradictorias del destino, y la relación igualmente paradójica entre el destino y el libre albedrío a la que la vida nos confronta perpetuamente.
Primero citaré una de las diversas definiciones de Jung del Ser, que es bastante extensa, pero que nos ayudará a comprender lo que quiere decir con el término. Como concepto empírico, el ser designa toda la gama de fenómenos psíquicos del hombre. Expresa la unidad de la personalidad como un todo. Pero en la medida en que la personalidad total, debido a su componente inconsciente, solo puede ser parcialmente... Inconsciente, el concepto del Yo es, en parte, solo potencialmente empírico y, en esa medida, un postulado. Así como en la práctica se encuentran fenómenos tanto conscientes como inconscientes, el Yo como totalidad psíquica también tiene un aspecto tanto consciente como inconsciente. Empíricamente, el Yo aparece en sueños, mitos y cuentos de hadas en la figura de la «personalidad supraordinada», como el rey, el héroe, el profeta, el salvador, etc., o en forma de un símbolo de totalidad, como el círculo, el cuadrado, la cuadratura círculo, la cruz, etc. Empíricamente, por lo tanto, el Yo aparece como un juego de luces y sombras, aunque concebido como una totalidad y una unidad en la que se unen los opuestos.
El Yo no es una idea filosófica, ya que no predica su propia existencia, es decir, no se hipostasia a sí mismo. Desde el punto de vista intelectual, es solo una hipótesis de trabajo. Sus símbolos empíricos, por otro lado, poseen muy a menudo un NUMINOSITU distintivo, es decir, un valor emocional a priori, como en el caso del MANDALA... Demuestra así ser una idea arquetípica, que difiere de otras ideas del tipo en que ocupa una posición central acorde con la importancia de su contenido y su numinosidad. A veces Jung escribe sobre el Ser como "un" arquetipo, es decir, uno de los diversos factores ordenadores o patrones en el inconsciente. Así, así como Moira es un autorretrato de ese instinto primordial dentro de la naturaleza que asigna límites a la vida material y venga la transgresión de esos límites, el SELF, con su impresionante gama de representaciones simbólicas (diamante, círculo, mandala, piedra filosofal, flor, tesoro, andrógino, anillo de oro, etc.) es una imagen de ese instinto dentro del individuo de evolucionar hacia sí mismo, de convertirse en el todo único, singular y significativo que siempre estuvo allí en potencia, pero que toma la totalidad de una vida (o muchas vidas) para desplegarse parcialmente. Dicho de otro modo, el SELF es una imagen del instinto religioso, ese aspecto de la psique que aspira a una experiencia de unidad o divinidad. Cuando Jung lo describe así, el SELF es «el» arquetipo, la Gran Rueda que abarca todos los aspectos de la psique y los fusiona en un todo único. ANIELA JAFFE lo expresa así


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