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CAPÍTULO 4
LA LUNA RECHAZADA
Como es típico de Piscis, me involucré en otra relación para evitar sentir las cosas que no sabía cómo manejar. Me sentía locamente enamorada. Fue una relación bastante obsesiva y nos casamos unos meses después. Durante este período, Plutón en tránsito estaba en QUINCUNCIO con mi Venus natal. Este matrimonio me enfrentó a todas las emociones que había reprimido. Fue una relación muy errática y tumultuosa.
NINGUNO DE LOS DOS ERA PARTICULARMENTE MADURO. ÉL ERA EXTREMADAMENTE CELOSO Y POSESIVO, Y CUANDO BEBÍA, SE VOLVÍA VIOLENTO, ASÍ QUE PELEÁBAMOS TANTO VERBAL COMO FÍSICAMENTE. ME ENFRENTABA A LAS COSAS QUE HABÍA INTENTADO EVITAR SENTIR, AUNQUE EN ESE MOMENTO NO ME DI CUENTA. MI MATRIMONIO FUE UNA EXPERIENCIA MUY PLUTONIANA, LLENA DE LUCHAS DE PODER, MANIPULACIÓN, CHANTAJE EMOCIONAL, MUY DEGRADANTE.
Fueron dos años extremadamente traumáticos que me quitaron toda la confianza que me quedaba. Supe que era un error a las pocas semanas de casarme, pero tardé dos años en dejar esa relación. Sentía que había cumplido con las expectativas negativas que mi madre tenía de mí y que lo había arruinado todo. Me sentía incompetente y con baja autoestima. Estaba llena de culpa y dolor por la adopción de Michael, además del dolor y la pérdida que sentí en torno a mi madre. Mi identidad parecía haber quedado totalmente destrozada.
Antes de reencontrarme con Michael, estaba en las primeras etapas del Curso de Astrología Huber y también en un curso de terapia. Plutón en tránsito estaba en Escorpio en trígono con mi Nodo Norte, y Júpiter en tránsito estaba en conjunción con Plutón natal. Durante este período, las emociones acumuladas afloraron. Estaba conectando con el dolor y la ira que había reprimido y que no podía afrontar en mi vida anterior. Este proceso me llevó a inscribirme en el Registro de Contactos de Adopción a finales de 1991, y en agosto de 1992 recibí una carta donde me informaban de que habían enviado mi nombre y dirección a mi hijo, lo cual fue una sorpresa, porque si bien era algo que deseaba, me despertaba miedo y emoción. Pasé por toda una variedad de emociones y expectativas, desde el peor escenario posible hasta que él fuera el ser más perfecto que jamás podría existir, pero no fue hasta marzo de 1993 que nos conocimos.
El primer encuentro con Michael estuvo lleno de emoción y miedo. Estaba muy nerviosa, y cuando lo vi por primera vez, apenas podía mantenerme en pie; tuve que apoyarme en una mesa cercana mientras todo mi cuerpo temblaba de pies a cabeza. Nunca me he sentido así, ni antes ni después. Nos llevamos de maravilla y él parecía muy consciente de sus propios sentimientos sobre la adopción y parecía haber superado muchas cosas. Hablamos de las razones de su adopción y un poco de cómo me sentí después. Me contó sobre su infancia, cómo pensó en contactarme por primera vez a los 17 años, y cómo pasó por una etapa de rebeldía en casa, y cómo sus expectativas sobre mí entonces habrían sido muy diferentes a las de ahora. Así que también hablamos de nuestras expectativas mutuas y del fuerte vínculo que nos une, que también es flexible, ya que no hay exigencias de ninguna de las dos partes. Nunca será lo que se considera una relación madre-hijo, pero somos amigos especiales.
En los últimos tres años nos hemos visto varias veces, no con frecuencia porque vive lejos y tiene una vida ajetreada. Nos escribimos de vez en cuando y hablamos por teléfono. Cuando él y su esposa vinieron a visitarnos, me emocioné y me sorprendió lo relajados que estábamos. Tuvimos tiempo para hablar. Algo que necesitaba aclarar era que su relación con sus padres adoptivos no cambiaría porque estuviera en contacto conmigo, algo que yo no querría ni esperaría. Dijo algo así como que un padre es quien cría a un hijo, y creo que su intención era aclarar que no puedo esperar lo que él presumiblemente ve como obligaciones/responsabilidades hacia los padres, lo cual me alivió; deja menos desorden.

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