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ASTROLOGÍA Y DESTINO BY LIZ GREENE
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EL DESTINO Y LA FAMILIA
Obviamente hay muchas más conexiones entre estos horóscopos familiares que podrían mencionarse. Son un ejemplo sorprendente de la repetición de patrones dentro de las familias que he visto tantas veces en mi experiencia de trabajo como astrólogo. El destino familiar parece ser representado, en parte, como una SINCRONICIDAD de signos y aspectos repetidos que forman una especie de declaración de herencia psicológica. Ya sea que deseemos adoptar un enfoque causal o a-causal para el problema del "chivo expiatorio familiar" o el "paciente identificado", es evidente en el estudio de las cartas familiares entrelazadas que el individuo no está tan separado como podría pensar. Por esta razón, Orestes se erige como el gran símbolo mítico del destino familiar. En el centro de su dilema se encuentra la ambivalencia, una colisión de opuestos retratada en el drama como la batalla mortal entre el matriarcado y el patriarcado, entre el cuerpo y el espíritu, entre la madre y el padre.
ESTE CONFLICTO VUELVE LOCO A ORESTES. ESTÁ ATRAPADO ENTRE DOS DOMINANTES ARQUETÍPICOS, EL DIOS SOLAR APOLO QUE GOBIERNA EL REINO DE LA LUZ Y LA CONCIENCIA, Y LAS ERINIAS CTÓNICAS QUE SIRVEN A LOS PODERES DEL INFRAMUNDO Y AL REINO DEL INSTINTO.
Cuando los conflictos dentro de una familia proliferan sin solución durante generaciones, entonces el individuo puede encontrarse en la piel de Orestes: si sale cara, ellos ganan; si sale cruz, tú pierdes. No hay más remedio que el camino del sufrimiento para encontrar redención o libertad para las generaciones siguientes, pero este sufrimiento debe ser consciente y no ciego. No puedo concebir ningún dilema que tenga tanto de destino. Cualesquiera que sean los factores que hayan contribuido a la vida no vivida de una mujer como RENÉE, este mito refleja sin duda el terror y la confusión que la vida puede depararle a quien es el heredero de tales conflictos.
ORESTES NO PUEDE RESOLVER SU PROPIO DILEMA: puede apelar a los dioses que lo metieron en él en un principio, con la confianza de que, si poseen algo de justicia, al final lo sacarán de él. Aunque hemos visto cómo Apolo juega con las malas artes e interfiere en el desarrollo de la Casa de Atreo, Orestes, al igual que Job, tiene una fe paciente en los poderes divinos que es la piedra angular de su salvación. Su destino está en manos de Apolo y él lo acepta. En ningún momento adquiere HYBRIS; tal vez por esta razón Atenea finalmente da su voto de su lado.
Cuando se enfrenta a su madre con la espada desenvainada, Clitemnestra dice: «MI SANGRE TE PERSEGUIRÁ». Orestes no pretende ser más valiente o más justo de lo que es. Simplemente responde: «La sangre de mi padre ya me persigue.
¿QUÉ PUEDO HACER ENTONCES?».
No es débil, pero tiene humildad. Pasa por el exilio y la persecución siempre creyendo que al final Apolo cumplirá su promesa y proporcionará una solución. Esta es una iniciación de un tipo muy profundo: la derrota de la Madre Terrible que requiere un gran sufrimiento para su resolución creativa. Aquí el destino familiar coincide con el destino individual, porque Orestes lucha por su propia libertad individual, pero el viaje hacia esta libertad significa una aceptación total de los pecados de la familia. Debe convertirse en un asesino como el resto, debe violar a los parientes de sangre como el resto y debe volverse tan manchado como su progenitor Tántalo. Alternativamente, podría haber sido como RENÉE y nunca haber nacido.
El proceso de desarrollo de complejos dentro de las familias tiene un aire de teleología -movimiento hacia una meta- y de inevitabilidad, de la misma manera que la maldición de la Casa de Atreo tiene un aire de inevitabilidad. Si uno mira hacia atrás, desde los conflictos y compulsiones de su propio drama, puede vislumbrar el mito familiar, que se retuerce y serpentea a través del padre y la madre, los abuelos y los bisabuelos, desenrollándose sin fin, como la visión estoica de HEIMARMENE, hacia el inconsciente colectivo racial. EL MITO DE ORESTES Y SU FAMILIA PARECE SUGERIR QUE, INDEPENDIENTEMENTE DE LO QUE SEAMOS COMO INDIVIDUOS, PARTE INTEGRAL DE ESA IDENTIDAD PERSONAL ES NUESTRA HERENCIA, QUE SE SIENTA SOBRE NOSOTROS COMO EL DESTINO Y QUE DEBE SER AFRONTADA Y COMBATIDA DE MANERA INDIVIDUAL. No puede ser repudiada ni de la que se pueda huir; no es suficiente modelar la propia vida en "cualquier cosa menos la madre o el padre", porque al hacerlo estamos tan seguramente dominados por ellos como si tratáramos de ser exactamente como ellos. UNO PUEDE HACER LO QUE PUEDE HACER, O DESEA HACER, CON UNA HERENCIA; PERO LA HERENCIA EN SÍ NO PUEDE SER IGNORADA O REGALADA, PORQUE NUESTRAS FAMILIAS SON NUESTRA PORCIÓN, NUESTRA MOIRA.