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MITO Y ZODIACO
LIBRA. BY LIZ GREENE
Como Paris no era tonto, comprensiblemente se resistió a esta petición, sabiendo perfectamente que, hiciera lo que hiciera, provocaría la ira de dos deidades. Así que, como buen LIBRANO, se ofreció galantemente a dividir la manzana a partes iguales entre los tres. Zeus, sin embargo, no aceptó esta evasiva y exigió que el joven eligiera. Paris rogó entonces a todas las diosas que no se enojaran con él si perdían, pues la tarea le había sido impuesta contra su voluntad y no había sido su elección. Las tres prometieron no buscar venganza si perdían la contienda. Entonces se les pidió a las diosas que se desvistieran. Atenea insistió en que Afrodita se quitara su famoso cinturón, lo que hizo que todos se enamoraran de ella y le dio una ventaja injusta. Afrodita insistió en que Atenea se quitara el yelmo de batalla, lo que la hacía parecer más noble y distinguida. Hera no recurrió a tales tácticas, sino que simplemente se quitó la ropa con la dignidad propia de una reina de los dioses. Aquí, entonces, le ofreció a Paris el gobierno de toda Asia y le prometió convertirlo en el hombre más rico del mundo si la elegía. Paris, siendo un típico LIBRANO, no se sentía especialmente atraído por las responsabilidades de tan enorme riqueza y poder. Atenea le prometió entonces que lo haría victorioso en todas sus batallas, pero como se trataba de un mito LIBRANO y no ARIANO, eso tampoco le atraía. Afrodita, siendo ella misma quien mejor juzgaba los motivos de Paris, le prometió a la mujer más hermosa del mundo como su esposa. Esta era Helena, hija de Zeus con Leda y esposa del rey Menelao de Micenas. Paris objetó que Helena ya estaba casada; ¿cómo podía entonces ser su esposa? «Déjamelo a mí», dijo Afrodita, y Paris le entregó la manzana de oro sin pensárselo dos veces. Con esta decisión se ganó el odio tanto de Hera como de Atenea, quienes, incumpliendo sus propias promesas de ser buenas perdedoras, se lanzaron del brazo a planear la destrucción de Troya.
Cuando Paris finalmente conoció a Helena en la corte de su esposo, ambos se enamoraron al instante y, durante la ausencia del rey, huyeron juntos a Troya. Este incidente provocó que los griegos vengaran la ofensa y les proporcionó la excusa para hacer lo que siempre habían deseado: incendiar Troya. Durante esta guerra, no solo Paris, sino también los tres hijos que tuvo con Helena fueron masacrados, pero Helena, semidivina e inocente como peón de Afrodita, fue devuelta arrepentida a su esposo.
Así, Paris, uno de los héroes míticos más LIBRANOS, se enfrentó a la necesidad de emitir un juicio —uno sobre valores personales y decisiones éticas— al que respondió de una manera característica. Que tuviera un mal final no implica que este sea el destino concreto de Libra, aunque a veces sus decisiones amorosas sí conllevan considerable confusión y dificultad. He visto suficientes triángulos amorosos típicos de Libra, donde tales decisiones se imponen al individuo para arrastrarlo a dilemas emocionales bastante extenuantes (y a veces también financieros), como para convencerme de que este mito esconde un patrón de desarrollo típico del signo.
Tiresias, por otro lado, es un personaje bastante diferente. Cuando lo encontramos en el cuento de Edipo, es un vidente ciego, reconocido por su perspicacia y juicio. Es él quien advierte a Edipo que la maldición que ha contaminado Tebas es el propio rey. Pero la historia de la ceguera de Tiresias es interesante. Existen varias versiones de este relato, y en una de ellas, Tiresias, al igual que Paris, fue llamado a juzgar quién era la más bella entre cuatro diosas: Afrodita y las tres Gracias. Al otorgar el premio a una de las Gracias, provocó la ira de la diosa del amor, quien lo convirtió en una anciana. Pero la versión más conocida del mito de Tiresias comienza cuando vagaba por el monte CILENE. Allí vio dos serpientes en pleno apareamiento. Cuando ambas lo atacaron, las golpeó con su bastón, matando a la hembra. Inmediatamente se convirtió en mujer y pasó varios años como una célebre prostituta. Siete años después, por casualidad, presenció la misma escena en el mismo lugar, y esta vez recuperó su hombría matando a la serpiente macho. Debido a su inusual experiencia con ambos sexos, Zeus lo convocó para que decidiera un juicio entre él y Hera. Estos dos habían estado discutiendo, como era su costumbre, por las infidelidades de Zeus a su esposa, y el dios se había defendido argumentando que cuando compartía la cama con su esposa, ella lo pasaba mejor porque las mujeres obtenían más placer del acto sexual. Hera lo negó, insistiendo en que la verdad era lo contrario, pues ¿por qué si no su marido sería tan descaradamente promiscuo? Tiresias, convocado para resolver la disputa, respondió:
SI LAS PARTES DEL AMOR-PLACER SE CONTABILIZAN COMO DIEZ, TRES VECES TRES CORRESPONDEN A LAS MUJERES Y UNA SOLO A LOS HOMBRES.
Hera, tan exasperada por esta respuesta, dejó ciego a Tiresias. Pero Zeus se apiadó de él, pues, después de todo, se había puesto del lado del dios; así, le concedió la visión interior y la capacidad de comprender el lenguaje profético de las aves. También le fue otorgada una vida de siete generaciones y se le permitió conservar su don de perspicacia incluso en los oscuros campos del inframundo. Tanto Paris como Tiresias se vieron obligados a emitir un juicio. Esta necesidad surge de los propios dioses, quienes, aparentemente, están en disputa. En el caso de Paris, la naturaleza de la elección no es difícil de discernir, pues no se trata realmente de un concurso de belleza, sino más bien de una decisión sobre lo que, en última instancia, es más valioso para él. Jane Harrison escribe sobre el juicio de Paris:
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